domingo, 25 de julio de 2010

Capítulo IV: 10 Poderosas razones para dejar la abogacía y dedicarme a ser entrenador de Fútbol.


Siempre cuando estudiaba para mis exámenes en la Universidad terminaba preguntandome lo mismo: ¿Porqué no me dediqué a otra cosa mejor? Y mis respuestas instantáneas eran ser futbolista o ser tenista. Futbolista, porque siempre me ha gustado el fútbol; y tenista, bueno por la cantidad de plata que ganan. No es que no me guste mi profesión, al contrario. Lo que pasa es que el sacrificio del pobre estudiante de derecho a veces da para cuestionarse la verdadera vocación de uno al dedicarse a las leyes. Ciertamente me he dado cuenta que el fútbol me apasiona a niveles insospechados, tomándolo más que un hobbie de ver partidos por la tele los fines de semana, en una actividad seria de la cual me podría beneficiar en un futuro medianamente cercano. Si bien ya no fuí futbolista profesional, ya no jugué por la U, ya no me fui a Europa, aún creo posible poder ejercer alguna actividad ligada a este maravilloso deporte de una manera seria y profesional, aprovechando mi experiencia de años mirando fútbol y mis habilidades como profesional de las leyes.

Y es así como, en vez de estar escribiendo mis palabras en este blog, en este momento debiera estar ingresando los datos de las causas y audiencias que tuve durante la semana al sistema SENDACAJ (o como yo le llamo SENDAPUAJ!). Pero mi inquietud es mayor, por lo que he decidido explicar en 10 contundentes argumentos una idea que he venido amasando hace ya unos meses: Dejar la abogacía y dedicarme a ser entrenador profesional de fútbol (con curso de entrenador y todo). He aquí mis 10 poderosas razones:



1.- Las cosas que más me gustan en la vida son: Las mujeres, el vino, comer rico, el fútbol, viajar, el rock y se podría decir que el Derecho en cierta medida. Si bien no son cosas excluyentes entre sí, al hacer un ejercicio mental me he dado cuenta que al dedicarme a ser entrenador de fútbol compatibilizo todos mis gustos en una sola actividad. Ello, porque siendo "Profe" puedo viajar, comer rico acompañado de un buen vino, disfrutar de las bondades de las mujeres, poner rock & roll en el camarín mientras los cabros se equipan y disponer de una disciplina táctica y estrategia propia del abogado litigante para lograr la victoria. En cambio si me dedico solamente a la abogacía podría eventualmente disfrutar de todas esas cosas, menos del fútbol de una manera material, quedando relegada esa pasión a vivirla solamente frente a un televisor o en las butacas de un estadio.


2.- Los relatores deportivos y los periodistas de La Cuarta me dirían "El Licenciado Castillo". Ya existe "El ingeniero Pellegrini", "El Peineta Garcés", "El Sabio Aragonés" y muchos otros. Yo cultivaría un estilo propio al borde de la cancha, con trajes armani, diseños italianos y corbatas de colores poco usuales pero elegantes. No sería de esos que andan con buzo como el Pelao Acosta o El Loco Bielsa. Muy flayte, hay que dar el ejemplo. Si después de todo es un espectáculo y uno le debe respeto al público que ha pagado su entrada a galería para empapelar a "chuchás" al cuerpo técnico. "El profe anda entero de tapizao", dirían mis dirigidos, pero de igual modo les impondría respeto. A ellos también les asignaría un uniforme de cuello y corbata, se acabó el webeo aquí.


3.- Mi viejo, el René, sería mi ayudante de campo. A él le asignaría la tarea de enseñarles todas las "mañas" futboleras a mis jugadores. Esas que él muy bien las aprendió cuando fué jugador de fútbol, esas "de potrero" como se dice. Por ejemplo, cuando el jugador rival es habilidoso y veloz, René les enseñaría a los defensas a pegarle su "pancorazo" o "su cariñito" como bien les llama él, para que aprenda que pasar por esa banda no es gratis. O en los tiros de esquina, René les enseñaría al Marcador central a meterle el dedo en el poto al centrodelantero rival cuando este vaya a cabecear, para desestabilizarlo y lograr así despejar el balón. René sería el encargado de llevar unos bolsos a la cancha con dos perros adentro, para cuando nuestro equipo se vea sobrepasado, abrir el bolso, soltar los perros y mandarlos hacia el campo de juego, para así detener el partido y yo poder dar mis debidas indicaciones. René sería encargado de decirles a los pasapelotas que escondan los balones cuando vayamos ganando 1-0 y queden pocos minutos para aguantar el resultado. Ojalá le aguante la cuchara a René, porque va a tener harta pega.


4.- Sentir el aroma del fútbol, el gramado, la hierba mojada. Ser testigo de hazañas históricas, de momentos épicos no tiene precio. Salir a la cancha y vivir el reconociemiento del hincha, el recibimiento de la hinchada cuando canta "OOoooOOoOOOhh!! Saleeee Leeoooón!!" es sin duda más emocinante que escuchar a diario: "Señor abogado de la parte demandante, expónga los términos de la demanda en base a los argumentos de hecho y de derecho y bla bla bla". Repito que me gusta mi profesión, pero busco compatibilizarla con mi pasión.


5.- Mi segundo asistente sería Eduardo "Lalo-cura" Meneses. El lalito sería el encargado de musicalizar las concentraciones. Se acabó aquí esa mierda de música que se escucha en el bus rumbo al estadio. Mis jugadores serán los más pulentos de todos porque estarán muy bien trabajados en el aspecto motivacional. Y en ese sentido, lalito es fundamental, ya que sacaría de su basta colección de discos canciones de fútbol que los muchachos se interiorizarán para así llegar con furia en los ojos a derrotar al adversario. Escucharíamos "El crack" o "El Partido" de Los Miserables, o "Santa Maradona" de los Mano Negra. Si entrenaramos a La U, les pondría la canción "El Bulla" de los Machuca. Será una inyección de adrenalina que los dejaría listos para ganarle una pelea campal hasta a Peñarol de Uruguay.Se acabó la pachanga, las canciones de Américo, de La noche, el Reggetón y toda esa basura. Mis jugadores y la prensa, terminarán por agradecerlo.


6.- Me pagarían por ver fútbol, podría ir al estadio todos los Domingos y tendría el mejor lugar reservado de la cancha para mí. Y si lo hago bien, más encima sería querido y respetado, como lo es "El Peineta" Garcés en el puerto, "El Loco" Bielsa en todo Chile, "El Ingeniero Pellegrini" en Europa, o como Jose Maurinho en el mundo entero. Sería paleteado con la afición, me sacaría fotos con los hinchas en cada aeropuerto y no negaría la entrada a la prensa a los entrenamientos. En las conferencias de prensa, tiraría una que otra talla y reventaría con mis palabras a Colo-Colo.


7.- A mis jugadores les impondría la lectura como parte de su entrenamiento. Fuera del orden táctico y del trabajo físico, mis dirigidos tendrán que conocer los derechos que les asisten como trabajadores, como personas y como jugadores de fútbol. Se tienen que aprender el reglamento del fútbol y las normas sobre disciplina. Eso les ayudaría a la hora de negociar un nuevo contrato con condiciones más favorables a sus intereses. Además mejorarían su nivel de "hablamiento". Ya no dirán más: "Fué bonito jugar contra Costa Rica, yo no había ido nunca a Europa" o "No sé porqué me dicen que tengo 7 pulmones, si tengo uno igual que todos nomás", o cuando les pregunten por su pierna, no respondan "está bien, en la casa con los niños, le mando un saludo". No poh, mis cabros no pasarán esos bochornos.


8.- Si bien habría que trabajar los fines de semana, la cosa no varía mucho a la situación actual, donde mis clientes muy desubicados me llaman hasta los domingos por la tarde, cuando uno no tiene ninguna intención de acordarse de los papeleos ni de las demandas ni de los títulos de dominio ni de las escrituras ni de ni una wea. Entonces uno les tiene que responder: "Sí señora, le tengo lista su gestión, pero hablemoslo mañana mire que ahora ESTOY DESCANSANDO". No es de mala onda, si a mis clientes los quiero harto, pero en vez de trabajar de esa manera los domingos, yo prefiero estar al borde del campo de juego gritándo: "Línea de 3 al fondo!!!, Baja a recibir el balón!! No le entregue la orilla!!! Árbitro rechuchetumare!!!" y cosas por el estilo.


9.- En vez de conocer los distintos Tribunales de la República, conocería los distintos Estadios, por dentro y por fuera. Incluso los estadios extranjeros. Tendría la posibilidad de conocer el Maracaná, La bombonera, El Estadio Azteca, El Atahualpa de Quito, El Monumental de River, etc. Además, en vez de mirarle la cara de culo a cada funcionario de Tribunales, miraría el desempeño de la hinchada local, con toda su espectacularidad, y podría mirar el aguante del puñado de hinchas fieles que nos sigan a todas partes para alentarnos de manera incondicional. Cuando juguemos de local, podría ver el despliegue de los lienzos, los petardos, el sonido del bombo retumbando en el pecho por 90 minuos, el papel picado y el humo de los extinguidores con los colores del equipo que dirijo. Mucho más emocionante a todas luces.


10.- Y si por algun motivo no resulta mi anhelo de dedicarme a ser entrenador de Fútbol, voy a tirar un curriculum para trabajar en el glorioso equipo de La Universidad de Chile, ofreciéndo mis servicios como abogado de la República. No importa que los weones me tengan como un tinterillo, y que me paguen en chirlitos, ni que tenga que mudarme a la mugrosa ciudad de Santiago. Lo importante es la sonrisa de oreja a oreja que voy a llevar cada mañana al trabajo, por pertenecer a la institución que tanta pasión genera en el pueblo y que tanta alegría provoca al común de los mortales. Es cuestión de dar el salto solamente, de eso se trata.